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Un pequeño relato sobre Ecohacktivismo

Sábado 5 de febrero de 2005, por Vicente J. Ruiz Jurado

En el albor del siglo XXI la producción de semillas mundial estaba prácticamente privatizada. Un puñado de multinacionales habían conseguido controlar y dejar en desuso el código genético de las semillas que durante milenios había sido libre, intercambiado y mejorado generación a generación. Los pueblos, antes soberanos, dependían ahora de estas multinacionales y de sus nuevas semillas privativas en todas y cada una de las siembras, ya que estas semillas ahora en su mayoría híbridas o genéticamente modificadas según los intereses puramente económicos de las multinacionales, impedían la autoproducción de otras semillas, impedían su libre copia. El conocimiento agrícola que también había pasado de generación a generación libremente se olvidaba paulatinamente conforme las variedades de semillas autóctonas se perdían, mientras que las nuevas técnicas de producción promovidas por las multinacionales se difundían aceleradamente. Las semillas privativas introducían a su vez una gama de productos químicos esenciales para su correcto cultivo, con lo cual las dependencias aumentaban. Los productores estaban hipotecados de por vida de la misma forma que lo están quienes usan software privativo.

Pronto, descentralizadamente, pequeños grupos de ecoactivistas y hacktivistas unidos empezaron a contraatacar. El objetivo, preservar las semillas autóctonas (o visto de otra forma, el código libre), y recuperar la soberanía alimentaria y la libertad de los pueblos. Usando Internet, pronto empezaron a coordinarse y a compartir experiencias. Cuando un grupo resolvía una problemática, rápidamente le daba difusión a sus experiencias publicándolas en Internet con licencias libres copyleft y dejándolas accesibles a todo el mundo. De esta forma otros grupos podían aprender de sus experiencias, replicar soluciones, mejorarlas, adaptarlas a otros entornos y seguir compartiendo el conocimiento libremente.

Seguidamente empezaron a formarse pequeños bancos de semillas autóctonas. Muy locales inicialmente, poco a poco fueron creciendo y alcanzando más importancia y tamaño. Las técnicas de autoproducción de las semillas, antes en peligro de caer en el olvido, técnicas que se habían usado durante milenios, se rescataban gracias a los más ancianos y se publicaban con licencias copyleft que permitían su libre difusión. Esto permitía que se pusiesen en práctica por todo el mundo, a la vez que se mejoraban con comentarios, experiencias y con técnicas cada vez más novedosas pero esta vez controladas por el pueblo.

La gestión de los bancos de semillas era cada vez más eficaz ayudados por software libre para su gestión y por documentación libre que explicaba su creación y gestión. Con facilidad nuevos bancos de semillas se creaban por todo el mundo, conforme las documentaciones y el software libre eran traducidos por voluntarios.

Cualquier productor podía solicitar una muestra de las semillas y comenzar su cultivo. Las semillas eran duplicadas y compartidas por seguridad entre diferentes bancos, de forma que si por alguna razón un banco de semillas desaparecía, las semillas desplegadas y espejadas en otros tantos bancos, podían ser recuperadas.

El objetivo, usar, copiar, mejorar y distribuir el código de las semillas autóctonas se cumplía. Los productores y por tanto los países tenían ahora la posibilidad de elegir entre las semillas autóctonas, de libre uso y transparentes en cuanto a su procedencia y salubridad, y las desconocidas, incontroladas y oscuras semillas privadas de las multinacionales. Algunos países seguían usando las semillas privativas confiando ciegamente en las multinacionales, pero otros comprendieron la importancia de preservar su soberanía y su libertad y empezaron a promover el uso de semillas autóctonas.

Poco después, el modelo de trabajo en colaboración usado para la protección de las semillas se empezó a usar en otros campos afines. Soluciones a otras problemáticas medioambientales, como el uso de energías renovables, gestión de acuíferos, bioconstrucción, etc, se fueron desarrollando, y compartiendo en red con la misma filosofía de compartir conocimiento libre y trabajar en colaboración entre grupos con similares problemáticas.

Esta filosofía de trabajo, llamada por algunos ecohacktivismo, empezó a poner en jaque a las multinacionales, a las que no les quedo otra opción más que la difamación mediante el fomento infundado del miedo, ya que el movimiento ecohacktivista por su naturaleza descentralizada era incontrolable e insobornable.

Sobre esta versión

Esta es la primera versión de este relato por lo que se agradecen comentarios, y fue escrita, un tanto apresuradamente, con motivo del taller/debate Patentes sobre la vida - Patentes sobre el Software, moderado por Fernando García-Dory y celebrado el 5 de febrero de 2005 en el Centro Cultural Conde-Duque de Madrid dentro del proyecto Semillas en Red presente en la exposición Banquete.

Agradecimientos

Este relato surge de mis conversaciones con Fernando García-Dory sobre esta temática durante estos últimos años y de la influencia de su trabajo. Por supuesto surge igualmente de la influencia del movimiento del Software Libre iniciado por Richard M. Stallman.

Nota: Se ha usado únicamente el masculino en el texto para facilitar su lectura.

© Copyleft 2004: Vicente J. Ruiz Jurado. Este artículo está bajo la licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike

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